Ciertamente se puede afirmar, que desde hace poco menos de cuarenta
años, nuestro club, en lo institucional en general, y de la mano del fútbol en
particular, vive encerrado en una historia que parece un cuento al que nadie le
encuentra un final. Un cuento feo y aburrido, que hasta podría ser una
película, en donde los cuadros se repiten como en una sucesión de imágenes
distorsionadas, donde la escenografía y la historia es la misma, cambiando,
rotando y reciclando protagonistas. Protagonistas que se creen más que la
historia, y por eso, como están cómodos y sólo saben hacer eso, la repiten.
Porque hoy es Caruso Lombardi, Nadur y sus adláteres, y este plantel.
Ayer fue Kudelka o Cocca, el mismo Nadur y compañía, y varios de este mismo
plantel. Y más atrás otros.
Entiendo, como un quemero común y silvestre que ve fútbol con uso de
razón hace 40 años, casi coincidentes con esta etapa que describo, que siempre
que los protagonistas se creyeron más que la historia en si misma, a Huracán no
le fue nada bien.
En el caso de un entrenador de fútbol...
Aquellos que entienden algo de este juego, saben que mantener a 25/30
tipos con pensamiento positivo y con ganas, para obtener sólo 11 lugares una
vez por semana, no es tarea sencilla, por lo que podemos afirmar que allí
radica uno de los principales misterios de un buen entrenador. Mantenerlos
enfocados, contentos, y con un objetivo común, sirve para que luego en lo
táctico, cualquier cuestión se ordene.
Si de arranque nada más, ese “líder desde adentro” sale a protagonizar
cada cosa que pasa y se expone en demasía al afuera, el “dentro” es muy
probable que no lo tome bien. Y que lentamente tome forma un marco contrario al
esperado, de desgano, desconfianzas mutuas y objetivos desatendidos, volcando
en su contra la situación. Hasta que ese “líder”, el fusible a la vista, salta
y se tiene que ir.
En el caso de un plantel...
En el fútbol y en la vida, cuando en los grupos de trabajo, pasa el
tiempo y los empleados se acostumbran a una forma de comportarse en sus tareas,
no es fácil que alguien que venga de afuera, pueda cambiarlos de un día al
otro. Cada uno en su propia vida, tiene manías y le gusta más trabajar de una
forma o de otra. Pero lo que no puede hacer una persona cualquiera en su labor
es, que cuando su nuevo jefe no le gusta o le pide cosas que no quiere hacer
(pero que puede o debe o tiene que hacer), no las hace, o las hace mal, para
que se note que su nuevo jefe poco sabe, o que nada entiende. Esto es más
pronunciado cuando se da en grupos, donde varios de ellos, transformados en
líderes, ya sea por edad o por influencia, llevan a otros a dar malos pasos o
tomar decisiones que afectan, para mal, a todo el grupo.
Este tipo de actitudes no son propiedad de un plantel en particular, y
se han dado muchas veces en todos los clube del país y del exterior. Es un mal
común del fútbol, lo cual no puede para nada tranquilizarnos.
En el caso de una dirigencia...
Que maneja una institución de la misma forma que puede manejar su
negocio personal o su casa. Cuando esa institución no es ni su negocio personal
o su casa. Que no escucha a los demás, que se vuelve personalista, y que por
más que haya puesto en orden una gran cantidad de cuentas, siempre queda en
falta, porque no puede dar el paso que lo aleje de la mediocridad y la
decadencia, transformando sus triunfos deportivos y económicos, en meras
anécdotas y recuerdos que no sabe como hacer perdurar. Ya sea uno, tres, cinco
o diez, siempre es una cantidad de gente reducida, que se siente dueña de la
verdad. Porque o no escucha/n o escucha/n a quienes no tendría/n que escuchar.
Vaya uno a saber.
Espero que todo esto no sea lo que está pasando en mi Huracán. Pero
mucho me temo que se parece. Año 2016. Caruso Lombardi, Nadur y compañía, y plantel
profesional.
¿Vale la pena buscar culpables?. Si y no. Si porque alguien debe
explicarles que no está bien lo que hacen. No, porque muchos de ellos, no
recibirán castigo, o hasta serán “premiados”.
Escribo lo que siento, de la forma que me sale y no tengo que rendirle
pleitesía a nadie. Me puedo equivocar, pero no uso “la mala leche”. No soy
periodista ni dirigente. Solo socio, y como socio, dueño de una parte de mi
club. No me pesan jugadores, DTs o dirigentes. Nadie está por encima de
Huracán, de su insignia o de su casaca. Es mi bitácora personal y no está
impulsada por nada más, que dejar plasmado ese cariño incondicional que le
tengo a mi Globo querido.
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