viernes, 24 de junio de 2011

Huracán, cuarto descenso en 25 años o “la manera más eficiente de hacer las cosas mal”



Final anunciado. Anunciado con bombos y platillos el sábado pasado. Pero un milagro pasajero nos transportó el miércoles a La Bombonera esperando que ese hecho se repita y hacer realidad la utopía. Pero no era Navidad, no hay más regalos y por la puerta de Huracán pasó el descenso, que la vio abierta y pasó, por cuarta vez en los últimos 25 años. El portero Babington, se había olvidado de cerrar.


Ya en alguna nota creo haber deslizado la misma pregunta, y hoy a más de 24 horas de otra tarde de amargura y desasosiego, me la vuelvo a repetir una y otra vez, sin encontrarle respuesta. ¿Que lleva a una figura reconocida, exitosa dentro del contexto del que hablamos (deportivo claro está, y Huracán específicamente), a traicionar a los suyos, luego de obtener poder? ¿Será una inquietud ingenua la mía para los tiempos que corren y el país en el que vivimos?  Si es así, pido disculpas por pretender que el poder lo ejecute gente honesta, digo esto para todos los órdenes de la vida.

Carlos Babington como presidente de la institución es el responsable casi absoluto, de la debacle, del desmoronamiento de Huracán fútbol y de Huracán todo. Digo casi, porque el personaje no accede solo a la Presidencia, y parte de la responsabilidad recae en los socios que allí lo pusimos y que luego tres años después lo reinvindicamos. Eso sí, lo hicimos de la mano de los dichos de un Ángel Cappa, que así como cuando acierta es Dios, cuando se equivoca termina siendo el diablo. Se equivocó poco y nada en Huracán, pero su error fue determinante, y haber condicionado su continuidad a la reelección Babingtoniana, fue decisivo.

El día que, quiera Dios, alguien investigue a ciencia cierta y con responsabilidad de la mano de la justicia, a Carlos Babington y su gestión de cinco años al comando de Huracán, le quedará la tarea de explicar muchísimas cosas. Pero yo quiero que sólo me explique una, para mí la traición que no nos merecíamos, y que a la luz de los hechos hubiera sido el punto de inflexión de la “lucha económica” del club y su posible puesta en marcha definitiva: el “caso Pastore”.


Ah, dije Pastore, y me acordé que estuvo en la cancha viendo un partido de Huracán ante Gimnasia, que definía el descenso de categoría. Un partido desde el arranque desnaturalizado por un arbitraje “finamente” parcializado (como las bebidas “finamente gasificadas”, ¿vio?)  de Pablo Lunati hacia uno de los equipos (no precisamente Huracán), y que se cuidó de no quedar tan en evidencia, como los colegas que cayeron en desgracia, el “Sargento” Giménez o el “Albañil” Brazenas. Hasta podría aseverar convencido, que no resulta común a su estilo de arbitrar, la correcta decisión de expulsión para Darío Soplán, por doble amonestación, en tan solo 20 minutos del primer tiempo. Pero dejando de lado esto, sustancial, ya que también la mejor figura del equipo (Javier Cámpora) fue expulsado unos pocos minutos después, pocas eran las esperanzas del hincha quemero común ante este partido, y todas ellas surgen desde el amor que se siente por el Globo, y ninguna por la confianza en el juego de su equipo.

La desconfianza se hizo realidad, nuevamente con errores defensivos infantiles, falta de peso en ofensiva y un mediocampo, zona de tránsito rápido para los rivales. Sin embargo, luego de la expulsión de los mencionados jugadores, se vio el mejor momento de Huracán, solo por arrestos de coraje que invadían especialmente a los personajes más “curtidos”, como Zárate, Machín o Brítez Ojeda. Desde ese momento, hasta la concreción del segundo gol, Gimnasia si bien controló las acciones, producto de su superioridad numérica, se mantuvo nervioso y hasta impotente para plasmar la ventaja que poseía. Una vez marcado el segundo gol, podemos decir que el partido finalizó y la esperanza se esfumó por completo, para dejar todo, esperar por el silbato del final y que se termine el calvario.

Tres puntos de los últimos treinta disputados fue la cosecha de este plantel y cuerpo técnico sobre el cierre. A todas luces determinante y que comprueba su porción de culpa ineludible en esta historia. Pero como dice el refrán, “la culpa no es del chancho, sino de quien le da de comer”, la culpa es ente caso a todas luces de quien tomó todas las decisiones en las incorporaciones y salidas de jugadores y cuerpos técnicos: la dirigencia, es decir Carlos Babington, quien a manera de un tiránico soberano hizo y deshizo de Huracán a su gusto y placer.

Así nos fue.

No hay comentarios:

Publicar un comentario