martes, 21 de junio de 2011

¿Huracán y un milagro que estira… la agonía o la vida?




Las imágenes dicen más que mil palabras. Frase remanida, pero que esta vez bien vale. Cada hincha de Huracán, el sábado a las cinco de la tarde fue por unos minutos Rodrigo. Su grito, en segundos recorrió la Argentina toda, y fue el mismo grito de miles de Quemeros, en Avellaneda o en cualquier lugar del país.

Sábado 18 de junio de 2011. 16 horas 59 minutos. El paciente lleva siete minutos sobre esa camilla, sin signo vital alguno. Después de año largo soportando una enfermedad crónica y terminal, un asesino “rojo” le había asestado cinco puñaladas, para que no quedaran dudas, que el muerto debía morir. Varios doctores y enfermeros, casi habían dejado de trabajar sobre ese cuerpo inerte, ya frío. Pero una descarga extemporánea, como un rayo que atravesó el quirófano, le devolvió los signos vitales y el calor nuevamente recorría su cuerpo. “El corazón late, doctor”, decía una asistente al Doctor Cellay. “Ya hice mi trabajo”, dijo ese doctor, “ahora sigan ustedes” agregó.

El partido entre Independiente y Huracán, a esta altura ya es una anécdota. En ningún momento los once jugadores de remera blanca con un globo rojo en el pecho, pudieron ni supieron afrontar su responsabilidad, que era la de ganar y dejar a Huracán en Primera División. Los ataques letales e impiadosos de todo Independiente se sucedían, desnudando todo tipo de ventajas, del equipo de Pompei en su sector defensivo. Si el primer tiempo terminó solo dos a cero, fue una mera cuestión de suerte, y había que esperar que el segundo tiempo comience, para que el resto de los goles rojos fluyan.

Y así fue. Llegaron el tercero, el cuarto y sobre el cierre el quinto, pero pudieron ser seguramente dos o tres más. En medio de esto, Huracán contó con dos penales, más producto de impericia de los defensores rojos que por pericia propia, y de los cuales Cámpora pudo concretar sólo uno. Y la expulsión de Monzón, saliendo a cortar una situación manifiesta de gol, con la mano fuera del área. Quiero detenerme en Gastón Monzón. Surgido de la cantera de La Quemita, sus primeras actuaciones no habían sido convincentes, hasta que de la mano de Cappa, tuvo un par de torneos buenos, con partidos sobresalientes que le habían dado el reconocimiento del hincha. Ayer el crédito que poseía, a mi modo de entender, se acabó. Pero no sólo por este juego, sino a partir de una serie de desatinos, que no pueden ser soslayados de un buen tiempo a esta parte.

En la tribuna visitante del Libertadores de América, buena parte de los sufridos Quemeros ya emprendía el regreso a casa, con la pena del cuarto descenso a cuestas. “¡Otra vez salir de acá de esta manera!” repetía más de uno, recordando el año 1994. Pero Rodrigo y unos pocos se quedaron. El con su radio portátil empotrada al oído, no perdía la esperanza. En el Bosque de La Plata, Gimnasia le ganaba a Boca sólo por un gol, pero en una actuación mediocre, que nada hacía prever. Segundo minuto, de los tres de adición. Foul a cuarenta metros del arco del lobo. Tiro libre recto al arco, que Riquelme manda en forma bombeada, al segundo palo, sobre el lateral de la demarcación del área chica. En su última acción como futbolista profesional, Martín Palermo baja de cabeza la pelota, para que un “mágico” Christian Cellay, huracanense de alma y expulsado “por la puerta de atrás” del club, empuje la redonda al fondo del arco tripero.

Rodrigo, tardó unos segundos, tres o cuatro, en reaccionar, porque sus oídos no daban crédito a lo que oían. Y su locura se desató, y fue un vendaval de gritos, todos los gritos como el mío, el de mi hermano, el del resto de los quemeros y hasta el grito de mis amigos, hinchas de otros equipos, todos fueron mi grito y el de Rodrigo.

El miércoles 22 de junio, 14.30 horas, cancha de Boca. Allí es la cita.  Gimnasia enfrente. Mano a mano, a definir. Son ellos o somos nosotros. El cuadro de situación nos indica que debemos encomendarnos otra vez a Dios, pero con una diferencia respecto del sábado. En el quirófano, no estará de guardia, el Doctor Cellay……



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